jueves, 25 de septiembre de 2014

Karma Police

                                  

                                                                            I

Hace cinco años largos que pertenezco al cuerpo. Es verdad, cometí aquella atrocidad, no quiero recordarla, hago esfuerzos titánicos para no repudiarme. Actos simples, donde tengo que mirar mi reflejo en el espejo como afeitarme o sacarme molestos pelos de la nariz, me producen terror, no puedo soportar la imagen de lo que soy.
Si no tuviese este maldito instinto de supervivencia tan arraigado en mis genes...
Me dieron opciones, dijeron que pertenezco al rango de almas reciclables, que había esperanzas para que me redimiera y tomase el camino espiritual correcto. Que no existían motivos serios para ser vaporizado, que aunque hubiese cometido aquellos actos, actos abyectos,recalco, no era necesario que me juzgaran por el procedimiento de eugenesia espiritual. Tenía la opción de presentarme voluntario a policía del karma (P.K.) por un tiempo proporcional al daño que infligí. Hicieron la conversión daño-tiempo y dijeron que para no ser vaporizado, tendría que estar treinta años de voluntario.
Han contactado conmigo. Me tomo mi tiempo hasta llegar al sucio teléfono que conquista la cima de mi escritorio repleto de desorden; un acto reflejo a la espera de que el que llame, se canse y desista de su intención de contactarme.
Desorden: Acto reflejo de mi interior, que se produce en mi exterior.
Suciedad: Reflejo fiel de mi conciencia.
Como siempre, no conozco el nombre del interlocutor de la llamada. Una voz ronca, extremadamente grave, es la que siempre me habla. Nunca me he atrevido a replicarle, asisto silencioso a lo que me dice, acobardado. Soy como un perrito al que le enseñan un periódico enrollado, cuando escucho esa voz.  Estepa es la palabra clave para saber que son ellos.
Son escuetos, me han dicho que debo investigar a un individuo que al parecer, grita a su mujer a diario. Esperan mi informe para después aplicarle lo que ellos denominan "justicia kármica".
Calle del Calvario número 10, en la pintoresca ciudad de Patriarcalis, una casa individual situada en el casco antiguo, habitada por el matrimonio Barley. No me han dado más datos.
Cojo un taxi para que me lleve a la ya citada dirección y hete aquí que mi día comienza con trabajo. He tenido que actuar de "oficio". El taxista, un hombre con la belleza de una estatua romana, ojos claros, sonrisa perfecta y barba de dos días. Un hombre que debería inseminar a todas las mujeres de esta ciudad, para así culminar la obra estética-superficial de este sistema capitalista, no paró a socorrer a unos accidentados motoristas. He sacado mi libreta, he apuntado su número de licencia y su matrícula junto a este apunte: "Doble karma negativo por omisión de socorro en un accidente."
- Hemos llegado, serán veinte Kronos.- me comunica el taxista con su sonrisa ensayada.
- Aquí tiene y por favor, cuando llegue el momento, acuérdese de este trayecto, lo justo siempre llega, es cuestión de tiempo. Quédese con el cambio.- la mirada del taxista comienza a destellear odio e incredulidad.
- Usted esta pirado, ¿qué cojones está diciendo?. Váyase a la mierda- ya no me afecta; los insultos que me dedico interiormente, me hieren más que cualquier improperio que me dedique una persona del exterior.
Abordo la cuesta, hay casas centenarias encaladas a ambos lados. Es una calle poco transitada, he de andar con cautela, aquí se deben conocer todos y un extraño levantaría miradas recelosas. Voy mirando el número de las casas, en mi lado izquierdo están las de número par. Seis, ocho y diez. La casa de los Barley. Es una casa pequeña, con un pequeño porche exterior, parece no haber nadie.
He de pensar en una estrategia de vigilancia. La calle es estrecha y no hay ningún punto desde donde no me vean. Paseo por los alrededores hasta cruzarme con la solución idónea, un cartel de se alquila, casi enfrente de la casa de los Barley, en el número siete. Perfecto, desde aquí los podré ver y oír, un amplio balcón que da a la calle principal, me permitirá hacerlo sin levantar muchas sospechas.
Bajo la cuesta en busca de un teléfono público, he de contactar con "ellos" para que hagan las pesquisas necesarias y consigan el arrendamiento de la casa número siete.
Marco el número en un viejo teléfono situado en una plaza no muy lejos de la casa de los Barley.
A Krono el minuto de conexión, un auténtico robo a teléfono descolgado. 99723, tono y descuelgue rápido del teléfono por parte del interlocutor; son muy diligentes:
- Vidente Charley al habla, ¿desea conocer su porvenir?-hermosa tapadera lucrativa.
- Agente P.K. 101, clave de introducción: Llanura. Necesito arrendar una casa situada en calle del Calvario número siete, en la ciudad de Patriarcalis. Es por la misión encomendada.
- Muy bien, mañana irá la persona que alquila el piso. Nosotros haremos las gestiones pertinentes.
Mañana a última hora de la tarde, habrá alguien allí, utilizaremos el procedimiento K1 para conseguirlo.-¡el procedimiento K1!, esta gente no pierde el tiempo. Darán con el arrendatario y lo "convencerán". Mañana tengo la casa seguro.
Por poco se me olvida, he de pasar el parte del taxista.
- Disculpe, he de notificar una agresión kármica ocurrida en el día de hoy.
- Le escucho. - esta gente está tan acostumbrada a escuchar injusticias que ni transmiten un ápice de cambio en su tono de voz monocorde. El alma humana se acostumbra a todo.
- Taxista joven, ojos claros, estatura entre 1, 70 o 1,80. Número de licencia: 80945, matrícula del taxi: P-723190.
No paró a socorrer a dos accidentados que viajaban en una moto. Doble karma negativo por omisión en accidente.
- Caso registrado.

                                                                           II
 La cabina cesa su actividad y me ofrece unos pitidos estridentes que me informan del final de la conversación. No dormiré, eso ya lo sé; hace tiempo que no lo hago, insomnio crónico. Mi mente me niega el descanso; demasiados fantasmas con ruidosas cadenas. Un infierno psíquico donde me recuerdan mis actos a diario, me juzgan, la sentencia siempre es la misma; tormento.
He de pasar la noche en cualquier lugar lleno de soledad, no quiero actuar de "oficio", no lo soportaría.
Soledad: Un monstruo que me acompaña todo el día, una espectral figura que se hace latente, ocupando todos los rincones silenciosos. La soledad es ruidosa. La soledad es la nada y lo es todo.
Sí, conseguí pasar la noche y la mañana en soledad, en un campo de rospiñeros, cultivo del que se nutre, económicamente, esta ciudad. No pude dormir, asisití a la proyección nocturna y en bucle, de la atrocidad que cometí.
Siempre el mismo cine, siempre un único título en cartelera, siempre la misma sala donde se proyecta siempre la misma película: "La atrocidad de P.K 101." Demasiada culpabilidad como para dormir.
Culpabilidad: Potente droga que produce insomnio.
Son las cinco de la tarde, mis pasos se encaminan hasta llegar al escalón de la entrada, del número siete de la calle del Calvario.
Una vez sentado en el mencionado escalón, se produce el primer encuentro con el señor Barley.
Es un señor enjuto, sucio de aspecto, no sé si porque acaba de llegar de su trabajo o por falta de educación higiénica. Pelo negro y brillante de sebo. Por un instante, nuestras miradas se han cruzado, la suya era una mirada de extrañeza, de odio hacia mí, una mirada que intentaba doblegarme, una mirada que pretende demostrar superioridad y marcaje de territorio.
El humano, siempre intentando quedar por encima de su semejante, ya sea mediante el físico o la intelectualidad. Sé que es Barley porque entró en el porche del número 10.
Ojalá encuentre motivos suficientes como para que sea vaporizado, este tipo de gente que maltrata, ya sea psicológicamente o físicamente, a otras personas, deberían dejar de existir, deberían no tener descendencia donde descargar sus frustramientos.
Soy mejor persona que él, estoy seguro, merezco este mundo más que Barley, pese a la atrocidad que cometí. Yo me he arrepentido y ahora devuelvo limpieza espiritual, como pago de mi atrocidad pasada.
Barley sin embargo, grita a su esposa, creyéndose legitimado para hacer tal cosa.
Bajo la mirada, reflexionando. He de comprar plantas y pájaros para tenerlos en el balcón, así tendré la excusa perfecta para que sea un sitio habitual donde estar.
Al levantar la mirada, me encuentro con unos zapatos de tacón rojo ante mí, al seguir ascendiendo la vista, me encuentro con el regalo de dos piernas largas, cubiertas por unas sugerentes medias de color negro, una minifalda y una camisa, junto a una cara bonita con los labios rojos sangre y una caballera morena y larga, rematan la cumbre de la ascensión de mi campo visual.
Es una figura estilizada y temblorosa; seguro que  ella es la receptora del procedimiento K1.
- ¿Señor Williams?- hacía años que nadie se dirigía a mi por mi apellido. Me he acostumbrado a ser P.K. 101.
- Sí, soy yo.- sus ojos color verde, me producen los primeros síntomas del síndrome de Sthendal. Aún me conmuevo ante la belleza, no estoy tan muerto como me creía.
- So.. Soy Lindsey, la propietaria de la casa. Vengo a entregarle las llaves de la casa.- me tiene miedo, sus ojos se cristalizan por el temor. Debe pensar que soy un monstruo que utiliza métodos expeditivos, como "ellos". Pobre chica, tan joven y tan guapa y ha tenido que soportar a esa panda de la P.K. a esa gente sin escrúpulos.
- ¿Pero no me enseña la casa?
- ¿Có.. cómo?, está todo arreglado y pagado- quiere finiquitar ésto cuanto antes, la entiendo, debe ser un trago duro para ella, el miedo debe ser el dueño de sus pensamientos. Pero yo quiero disfrutar aún de ella, un poco más, quiero oler su fragancia; huele a playa, a perfume de salitre con bronceador, a castillos de arena construidos, a inmersiones en busca de la fauna marina. Huele a mi infancia en el mediterráneo. Huele a bellas señoritas de sensualidad tumbada sobre toallas. Huele a la estación del homenaje a las curvas. Huele a verano. Pero no, no he de ser egoísta y dejarme llevar por mis instintos. Debo aplicar justicia kármica y liberarla de este tedioso trago.
- Ya descubriré yo mismo los entresijos de la vivienda, seguro que usted tiene muchas cosas que hacer.
Un leve asentimiento de su cabeza, da la razón a la excusa que ideé para ella. Me entrega las llaves y se va, poniéndome mil pretextos de agenda que atender. Miro su silueta insinuante bajar la cuesta; el contoneo que sus tacones le infieren a su cuerpo, será la última imagen que me quede de Lindsey.

                                                                          III
 Llevo una semana instalado, la casa consta de dos plantas. Es una casa con las paredes de piedra, torcidas y llenas de bultos, mejor, prefiero la imperfección del mundo antiguo que la supuesta perfección con la que construimos todo ahora.
He comprado flores para el balcón, orquídeas, rosas y un canario que he llamado Whitman, para que cante una oda a la belleza de la naturaleza. Flores, me recuerdan al mito griego de aquellos Dioses del inframundo, cuyo nombre no se puede mencionar, yo hice de Hades y aquella joven por la que estoy aquí, hizo de Perséfone.
Los de la compañía de teléfono me han visitado también, sus monos azules son un grito antierótico, las damas y los caballeros deben estar seguros de no dejarse llevar por sus instintos más pasionales cuando se encuentren a solas en su casa con ellos. Han sido enviados por los justicieros kármicos, debo estar disponible y contactable, exigencias de mi "oficio".
He averiguado hasta ahora esto: Barley sale de su casa, todos los días a las seis de la mañana, supongo que a trabajar. Y sale gritando, gritando a su esposa. Por cualquier motivo o por cualquier cosa. Ha hecho de esto una costumbre. Su desayuno es el grito. Normalmente oscila entre diez y quince minutos la duración del espectáculo del griterío. Acto seguido, baja la cuesta y se va a donde quiera que vaya un tipo estúpido como él.
Su esposa se queda en casa, parece no tener profesión. La señora Barley es una semi-anciana de aspecto castigado. La tortura psicológica es un tratamiento de envejecimiento prematuro, muy efectivo. Su pelo moreno está cortado a la altura de su nuca. Le faltan varios dientes y viste de una manera desaliñada.
La tranquilidad es la nota predominante durante el resto del día en esta vieja calle, hasta la vuelta del señor Barley, que suele producirse sobre las ocho de la tarde. A diferencia de su bajada de la cuesta, la subida le cuesta más, tiene tendencia a tambalearse de lado a lado de la estrecha calle, haciendo que su ascensión obtenga un ritmo de procesión de semana santa. Las bebidas espirituosas marcan su paso.
Es estupendo, este hombre lo tiene todo, es un prodigio de la raza, el orgullo de la especie.
Al entrar por el porche, comienza el concierto a voz trabada, ebriosoprano para ama de casa, en whisky reserva de doce años.
Al igual que en el desayuno, para la cena le ofrece otro menú de gritos. La dieta psicológica que le ofrece a su mujer, no es muy variada. Dieta que le pone en los tímpanos, hasta las once de la noche aproximadamente. Supongo que hasta que cae en brazos de un morfeo etílico. Mañana he de intentar hablar con la señora Barley, no soporto más la humillación a la que la somete.

                                                                          IV
Mediodía, Whitman ladea su cabeza en señal de satisfacción porque le he comprado el alpiste que a él le gusta. Las orquídeas y las rosas me ofrecen su mejor vestido, en compensación por mis cuidados diarios, embellecen este viejo balcón descascarillado. Cuando fui a comprar el alimento para mi pequeño cantante aproveché y compré el periódico, en páginas interiores viene la siguiente noticia:
"Joven taxista es hayado muerto tras sufrir accidente. Pese a lo concurrido de la carretera donde sucedió el percance, nadie paró a socorrerle. Las autoridades creen que se podría haber hecho algo por salvarle la vida si se le hubiese asistido a tiempo, puesto que las heridas que presentaba no eran de carácter mortal..."
Debe ser mi querido taxista de belleza apolínea, el que me trajo aquí. Está gente lo ha vaporizado, utilizando las mismas armas con las que él cometió la agresión kármica. Son la muerte justa, dan miedo.
Veo a la señora Barley sentada en su porche, en una vieja mecedora que se queja a cada balanceo. Éste es el momento oportuno, bajaré y descubriré desde cuando se produce esta situación, sabré desde cuando el infierno esta instalado en su hogar.
La señora Barley se ve vencida, destruida, con el semblante de los derrotados en vida. Voy a abordarla.
- Hola señora, soy su vecino, el del número siete.
- Sí, ya le he visto. - Lo que imaginaba, aquí todo el mundo conoce los movimientos de los vecinos de la calle.
- Me he quedado sin sal y quería saber si usted sería tan amable de prestarme un poco.- Mi excusa no es muy buena pero está harto comprobada que funciona.
- Por supuesto, somos vecinos, tenemos que ayudarnos entre nosotros.- En cuanto me dé la sal, utilizaré el principio psicológico, el de que los que sufren, están deseosos de contar sus problemas y así desahogarse. Seré el último reducto de los que sufren mentalmente, seré el desconocido en quien confiar, la última esperanza para ella.
- Muchas gracias por la sal, ha sido usted muy amable conmigo.
Por cierto, anoche escuché gritos que provenían de su casa. ¿Ocurrió algo grave?- Una pregunta directa para evitar cualquier tipo de suspicacia, para que no le dé tiempo a pensar y que me responda.
- Ehh... Sí, bueno, es mi marido, pero ya se acostumbrará a escuchar sus gritos, él es así.- Su mirada se torna triste, realmente se ha convertido en un tormento diario para ella, la depresión debe ser la que le marque los minutos de su existencia.
- ¿Siempre ha sido así?
- No siempre, desde hace quince años atrás que se comporta así. Desde que perdió su trabajo en la fábrica Western. Ahora sobrevivimos a base de chapuzas esporádicas que le surgen y por la recogida de chatarra. Él sale todas las mañanas a buscarla, aunque llega siempre sin un Krono,  llega acompañado de aliento a cerveza.
- Bueno pues voy a darle alegría a la sopa con su sal. Muy amable.
- Adiós y encantada, si necesita cualquier cosa, pídamela.
Debo acabar con esto, no puede seguir esta tortura para la señora Barley.

                                                                        V

Calculemos: quince minutos por la mañana todos los días, hacen cinco mil cuatrocientos setenta y cinco minutos al año de gritos y si lo multiplicamos por quince años, hacen un total de ochenta y dos mil ciento veinticinco minutos. Y esa ingente cantidad de tiempo, es sólo contando los gritos que le dedica por la mañana.
Por la noche son tres horas, que pasado a minutos, son ciento ochenta, que si lo multiplicamos por un año, da sesenta y cinco mil setecientos minutos y al multiplicarlo por los quince años que tiene está "bonita" costumbre, da la nada despreciable cantidad, de novecientos ochenta y cinco mil quinientos minutos de gritos nocturnos. Así que si sumamos los gritos de la mañana y de la noche, da un millón sesenta y siete mil seiscientos veinticinco minutos. ¡Impresionante, no se le han estropeado las cuerdas vocales por forzarlas tanto tiempo!
Después de pasar sus gritos a tiempo, sólo deseo que se muera, que se lo carguen, que lo "vaporizen", que deje de existir. Sólo con su vida puede pagar su tremenda obra vocal. Otra cosa no sería justa.
Voy a llamar ya para pasar parte, ha llegado el momento de cortarle las cuerdas vocales.
El teléfono de mi nueva casa está sobre un escritorio impoluto, es raro, hecho de menos el caos y la suciedad del escritorio de mi casa habitual. Creo que me he vuelto más ordenado y limpio, supongo que es una mejora de mi estado depresivo.
Mis dedos giran en la rueda del teléfono, hasta combinar el 99724. Sonido de llamada y descuelgue tremendamente rápido, creo que acaban de establecer nuevo récord mundial de descuelgue telefónico.
- Vidente Charley. Si su pareja le ha dejado o busca que alguien se enamore con locura de usted, tenemos los amarres amorosos en oferta durante las próximas cuarenta y ocho horas. - Me siento tentado a darle el nombre de Lindsey.
- Agente P.K. 101. Clave de introducción: Llanura. Tengo el informe final de la misión encomendada.
- Le escucho atentamente. - Es extraño; normalmente suenan a hielo en la Antártida, hoy me ha parecido percibir, un atisbo de curiosidad en sus palabras.
- Bien, tras la investigación-observación realizada, se ha observado que el señor Barley, grita a la señora Barley, todos y cada uno de los días, por cualquier motivo, descarga sobre ella su frustración vital. Tras averiguar el tiempo que lleva haciéndolo, he calculado en minutos, el tiempo que le ha estado gritando y me sale la cantidad de... -un momento, voy a añadirle mi impuesto temporal al señor Barley, que se joda, por ser tan hijo de puta- un millón ciento sesenta y siete mil, seiscientos veinticinco minutos.
- Piiiiiiiiiiiiiiiiiii.... 
¡Ahhhh! Suelto el teléfono de manera instintiva, para llevarme las manos a los oídos, el sonido que ha producido el teléfono, casi me destruye los tímpanos. Me ha dejado hasta cierto dolor de cabeza.
Desde el otro lado de la línea del aparato balanceante me llaman insistentemente.
- Agente P.K. 101, agente... ¿está usted hay?
- Sí, sí. Disculpe, el teléfono ha producido un sonido horrible y lo solté.
- Ah, pues aquí no se ha escuchado nada, debe tratarse de un fallo de su terminal. Le decía que el caso está registrado, pero que no se mueva de ahí, hasta recibir nuevas órdenes.
Han colgado, quedarme aquí durante más tiempo... Bueno, me he acostumbrado y esta casa huele a vida y no a muerte como mi hogar. Además, esta noche dormiré a pierna suelta, el deber del trabajo bien cumplido, ya se sabe. Me voy a preparar un licor de Bruja Bella y brindaré por la gran justicia del karma, por una vez, siento orgullo por pertenecer a este bello, hermoso y moralista cuerpo. Tras apurar mi vaso, me acostaré a dormir. A ver si este incipiente dolor de cabeza, me hace el favor de esfumarse.

                                                                           VI
 Unos gritos me despiertan. ¡Pero si son las cuatro de la mañana! ¿El señor Barley ha adelantado su concierto? es raro.
Una vez en el balcón Whitman me mira atónito y con ojos de sueño, es demasiado pronto.
Pero ese no es Barley... Es un hombre corpulento, está ante la puerta de los Barley.
- ¡Salga, valiente borracho de mierda! ¡Salga que me presente, porque nos vamos a ver la cara durante mucho tiempo! ¡Te voy a gritar hasta que la locura te invada! ¡Juro que te vas a arrepentir por cada estúpido instante que gritaste a tu esposa, sabandija alcohólica!
¡Qué grandes son! me dan ganas de agitar mi puño en el aire y jalearle, darle ánimos para que prosiga con su deber de devolver justicia kármika, me siento eufórico. Y así lo hubiese hecho, pero el teléfono suena. Cojo el aparato con una sonrisa de satisfacción, hacía tiempo que no me sentía así.
- Dígame.
- Estepa. - Es esa voz ronca y grave, pero mira por donde, hoy no me acobarda, hasta tenía ganas de volver a escucharla. No ha conseguido borrar mi estúpida y bobalicona sonrisa- Ya puede marcharse del lugar, tómese un par de semanas libres, buen trabajo.
- Muchas gracias. - Hasta he sido agradecido, algo está cambiando en mi interior, me siento muy bien.
- Un momento 101, usted ha cometido dos delitos kármicos, ha trastocado un informe kármico, añadiendo más tiempo del real a la condena y ha deseado la muerte de un ser humano. Agente P.K. 101, son dos hechos muy graves; tras la sentencia del juez kármico, se ha determinado que su tiempo en la policía del karma sea aumentado a diez años más. Pasando a tener que estar en el cuerpo, treinta y cinco años en total, a partir del día de hoy. Si no quiere estar de forma voluntaria este tiempo, ya conoce cual es la otra opción. Hasta luego.
- ¿Có...cómo?
Demasiado tarde, la comunicación ha cesado.
Pero, porqué...? Es que acaso pueden leer mi pensamiento a través de la línea telefónica. Un momento, aquello otro de la muerte de Barley, lo pensé en soledad. ¿Cómo lo han hecho? Han roto el último vestigio de nuestra intimidad más oculta, nuestro pensamiento. Han violado la última frontera que nos hacía ser personas libres.
Pero...ésto... ésto significa que ya no les haré falta, que me vaporizarán. No servirá de nada esconderse, saben mis planes, saben lo que pienso ahora mismo, lo saben todo. Somos como libros que pueden abrir, escoger la última página de nuestras ideas y saber el final. Tienen la llave de la anticipación, han acabado con el factor sorpresa.
Pero no, no puedo permitir ésto, ésto sí viola todas las leyes kármicas. Son dueños de todos nosotros, por completo. Diez años más, no lo voy a soportar.
Acabaré con ellos, juro que acabaré con ellos. Seré como aquel ángel exterminador, como el mecanógrafo. Han cometido un pequeño error, ése error soy yo. Ahora quiero vivir para matar.




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1 comentario:

  1. Me ha encantado. Una trama muy original y la ambientación muy conseguida. Me ha recordado a "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?"

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